La autenticidad la mejor versión de ti mismo


Cuando se dice que alguien es auténtico, se lo reconoce como una persona genuina, que no busca aparentar algo diferente a lo que es y no tiene miedo en presentarse como es. A veces, se puede confundir la autenticidad con el descaro o con una sinceridad mal entendida y bastante despreocupada de lo que piensen y digan los demás frente a las propias acciones, palabras o maneras de pensar. Es cierto que la autenticidad implica “ser como uno es”, pero no (ser) de cualquier manera.

Ser una persona auténtica no es sólo “ser como soy” –y que los demás me aguanten porque “así soy”–, sino “ser lo mejor que yo puedo ser”. Esto no es fingimiento, ni hipocresía; todo lo contrario: es fidelidad a la propia identidad, coherencia profunda con uno mismo y verdadero amor a lo que uno es como persona única e irrepetible. Cuando buscas elevar tu situación y manera de ser, estás actuando de acuerdo con tu naturaleza, que tiende siempre hacia lo mejor. El hombre no es un ser “ya hecho” del todo; puede perfeccionarse cada vez más por medio del ejercicio de su inteligencia y voluntad. Al alcanzar ese estado superior, o mejor, mientras está en la lucha por conseguirlo, sigue siendo él mismo. No está actuando ni representando un papel que no le corresponde.

Un ejemplo sencillo puede ayudarte a entender con más claridad lo dicho. La mayoría de los coches va mejorando su modelo año tras año. En ocasiones, los cambios pueden ser pequeños, como cuando se modifican los acabados internos, el color y la calidad de la tapicería. Otras veces, pueden ser más sustanciales: se amplía el espacio de la cabina, se instala un navegador vía satélite, se optimizan los frenos, la suspensión y el motor, y la carrocería luce un diseño más fino y elegante. ¿Es el mismo auto? Sí, pero mejorado.


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